Hoy ha sido un día sin igual, aunque suene reiterativo, ya que cada día tiene su propia particularidad que lo hace diferente a todos los demás. En principio el día de ayer recién me acosté pasado las tres de la madrugada. Al día siguiente se me hizo muy pesado levantarme. Las clases empiezan a las 7:30 am. Me dije: “Iré a la segunda hora, después de todo siempre llegó tarde”.
Pensaba que como otra veces, después de permanecer bastante tiempo en el ómnibus, cruzar el puente a cuyo paradero ya todos lo conocen como “Vallejo”, subir las escaleras hasta el séptimo piso; encontraría la puerta cerrada y tendría que bajar nuevamente y esperar el “breik” para recién poder ingresar al salón. Grande fue mi sorpresa que encontré la puerta abierta, entonces primero fui a los urinarios y luego agilicé el paso para ingresar al salón, el profesor estaba a punto de cerrar la puerta.
“Válgame Dios, de la que me salve ¡huff!”. No fue mi única sorpresa, había a esas horas, ya eran más de las ocho, muy pocos alumnos en el aula. Verónica, una amiga mía, se había sentado en primera fila, naturalmente fui a preguntarle la extraña situación, ya que casi siempre se sienta atrás.
El profesor me dijo, entregándome una hoja bond en blanco: “escriba sobre lo que usted quiera”. No sabía a qué se refería, pensaba que se trataba de redactar otro ensayo como la semana anterior. Pero no fue así, esta vez nos tocó hacer un post.
Terminado aquella clase acompañe a mi amigo Jorge hasta la galería César Vallejo, que se encuentra cruzando el antes mencionado puente. Allí, en uno de aquellos locales donde se alquilan cabinas de internet, él bajó las fotos del viaje a San Jerónimo de Surco a mi USB; estuve mientras tanto, conversando de varias cosas con él, cosas personales. De pronto llegó Daniela, supuestamente a mi parecer luego de “Kathy” y Salvador, será con Jorge la próxima pareja del 701.
Me despedí de mis amigos, me avisaron que se iban a quedar a degustar un sabroso cebiche, yo retorne a la universidad porque me tocaban clases de Semiótica. Estuve muy preocupado durante el recorrido; “el día viernes tocan las entrevistas y aún no hemos invitado a nadie, necesito hablar con los chicos al respecto”- pensaba mientras cruzaba el puente para asistir a mis clases.
Prácticamente todo el cansancio que no demostré en la clase de la mañana, se me vino de porrazo en la tarde. Estuve como sonámbulo mientras la profesora Brenner tocaba el tema de “El mensaje televisivo”. No podía mantener los ojos abiertos, por ratos me levantaba, apuntaba algunas cosas y nuevamente me recostaba para retomar aquella angustiosa siesta. La docente nos dijo que está era prácticamente la última clase teórica del curso y que la próxima semana debíamos llegar temprano para ver un video.
“Tienen que rehacer todos, sus trabajos, sino tendré que desaprobarlos”- se escucho decir a la licenciada mientras algunos compañeros salían al frente a exponer el trabajo grupal. Esta vez, fue una de las pocas veces, que no hice “ni huevo”. Me quede jato, como dicen algunos. No cabía en mi cabeza, otra cosa más que ir a dormir muy calientito a mi camita. No hice nada del trabajo.
“Hoy es martes y le toca a mi grupo hacer el tema, pucha y además de los problemas de la universidad, la cosa se me está complicando”; era la realidad cruda del momento. Retorné con mi hermano tomando la Santa Cruz, otros la conocen como “La 13”, pagamos 80 céntimos de medio pasaje.
Hablaba de estos problemas con mi madre y ella, por eso la quiero tanto, siempre estaba allí para levantarme mi cansado animo. Terminé de comer lo que había quedado de la merienda que mi abuelita me prepara para llevarme a la universidad.
Luego fui a lavarme los dientes. Tomé la casaca ploma que había llevado a la universidad, una de mangas largas tipo como la usan los pandilleros de barrio, y salí camino al catecumenio, también le llaman el CEO y centro Familia de Nazaret, para realizar lo que nos tacaba hacer aquel día, a mi grupo y a mí.
Solo se encontraban cuatro miembros del grupo; la esposa del hermano Víctor, así le llamamos a cada miembro de la comunidad, que es el único matrimonio de nuestro grupo, aún se encontraba fuera de casa resolviendo un tema judicial pendiente en que se encontraba involucrada su hermana consanguínea.
Bueno no nos quedaba más que empezar los que estábamos, pero fue la gracia de Dios lo que nos permitió postergar esto para realizar lo siguiente, que es por lo que escribo está crónica. Normalmente todos los martes nos reunimos, al grupo que le toca hace su tema y luego suceden otras demás cosas que lo saben aquellos que pertenecen al camino neo catecumenal, que ya pasaron el primer escrutinio.
No lo voy a contar. Esta vez el responsable de mi comunidad, a todos los miembros de la misma nos dio un mensaje inesperado: “Vamos a realizar unas vísperas, la madre de una de nuestras hermanas a fallecido y ella nos ha pedido (que podamos trasladarnos hasta el km18) ha realizar esas vísperas”. Le encargué mis bongos a uno de mis hermanos de la comunidad y salí corriendo de vuelta casa. Llevaba en la mano una camisa celeste que se había quedado refundida entre los bolsillos de una vieja mochila que uso para guardar aquel instrumento de percusión.
También había retornado a casa para asegurarme de llevar dinero para mi pasaje. Partimos con la Santa Cruz alrededor de 30 hermanos hasta el paradero de unas motos que nos llevaron hasta El Mirador, que se encuentra en una parte bastante alta del cerro del kilometro 18.
La casa de la hermana Daría, que es el nombre de la feligrés que perdió a su madre el día de ayer y que recién en la tarde del día de hoy le avisaron que había fallecido, se encontraba cerca del enorme mirador, una casa de madera bastante humilde. Bastantes personas se encontraban a las afueras de la casa, participando del velatorio; creo yo que eran vecinos de aquella zona.
El enorme mirador daba un magnifico panorama de aquella enorme urbe. “Son como un centenar de velas prendidas en un río”- le dije a un hermano mientras contemplaba el cielo y la gran iluminación de las calles.
Nos llamaron a algunos hermanos, los salmistas, dentro de los cuales yo me incluyo. El responsable de los cantos, Carlos, junto con Yessie, una hermana de mi comunidad, repartían los cantos para la realización de las vísperas. A mí me tocó el primer salmo: “¡Que amables son tus moradas!”. Habían muchas personas afuera, entre hermanos de comunidad y vecinos o personas que habían venido, supongo, a darle el pésame por la pérdida de su madre, a la hermana. Realizamos los laudes, leyendo algunas lecturas de la biblia, cantando salmos, y rezando el Padre Nuestro. La hermana estaba bastante dolida, cantaba con mucho entusiasmo los salmos. Era su forma de apaciguar esta pérdida que como hijo es muy, muy dolorosa.
Estaba bastante nervioso, ya que iba cantar ante personas desconocidas, claro que ya había afrontado esas situaciones, pero cada día es algo nuevo, era un nuevo reto.
La voz se nos cortó un poco a muchos salmistas mientras cantábamos, felizmente pudimos terminar el salmo. Mientras nosotros orábamos, por otro lado de afuera se escuchaba risas y algunos comentarios que trataban de distraer.
Retornamos a casa a eso de las 11:30pm. Y bueno ahora me encuentro terminado estas líneas y luego levantar a mi tío Jorge para que empiece a chambear. Son exactamente la una y veintiséis de la noche. Aquí terminan estas líneas.