¿Estas ahí mirando?

domingo, 3 de julio de 2011

Casimiro era un viejo granjero que vivía en las afueras de la ciudad. Siempre preparaba a su viejo asno para enrumbarse a los interiores de las enormes metrópolis, a donde llevaba su mercadería para venderla. El tenía una pequeña y hermosa hija de nombre Azucena, le encantaba salir a los campos a recoger ramilletes de flores que luego colocaba encima de la mesa en un pequeño florero que en realidad era un vaso de barro.


Cerca existía un pueblito, cerca de las montañas y luego de ahí seguía un inmenso bosque. Se decía que en ese bosque habitaba un duende. La gente temía mucho acercarse a aquel lugar. Decían los pobladores que vivían más cerca de allí, que si el duende te encontraba terminabas convertido en animal.

Por aquellos tiempos se acercaba la fecha del ascenso del nuevo rey. El príncipe Killer, un joven bonachón de penetrante mirada y hermosos azules ojos. Poseía un bello atuendo de bordados en oro puro y además portaba una estupenda espada forjada, se decía, por las mismas manos de Hefesto.


Azucena cierto día partió en busca de su padre. Se había hecho muy tarde. Lo había estado esperando, la cena estaba servida y él no había regresado. Fue corriendo por las calles de aquel desolado lugar donde vivía. Cruzando entre matorrales y ríos pantanosos. Se iba adentrando cada vez más y más en lo desconocido, sin saberlo había llegado al interior de aquel inmenso bosque, un bosque que desprendía olor a tierra, olor a carne.


¿Quién es?- una voz chillona se escuchó en lo profundo y oscuro del bosque. ¿Quién ha ingresado a mis tierras?- se oyó nuevamente vociferar con tono de enfado. Busco a mi padre, ¿lo ha visto?- pronunció con su dulce voz la bella Azucena. ¿Así que eres humana?- se escuchó esta vez como un ráfaga, como un rayo contra la tierra. Por favor señor, necesito su ayuda, mi padre se ha extraviado- pronunció con tono desfallecido la joven doncella. Debes darme algo primero- le dijo aquel misterioso personaje. Debes darme tú alma, entonces te podré ayudar. La muchacha quedó aturdida por aquellas palabras, sin embargo temerosa de que a su padre le pudiera pasar algo, finalmente le respondió: Tomé lo que desee de mí, pero ayúdeme. Se lo suplico.   


La chica no es escucho más otra respuesta, más dentro de unos segundos se encontró frente al espectro de un pequeño personaje. Tenía unos zapatos graciosos como los de un payaso, un atuendo que hacía parecer a Charles Chaplin y su rostro parecía al de Chespirito, pero un poco más bonito. Muy a pesar de que la muchacha se asustara le pareció un personaje interesante y empezó a rodearlo como un perro antes de acostarse.

 Lo miraba fijamente y trataba de descubrir alguna cosa oculta de él. ¿Qué haces?- le preguntó. ¿Por qué me estas mirando? ¿No sabes que soy un duende? -continuo el pequeño personaje sintiéndose intimidado. La joven solo sonrió y despertó un destello en el rostro de aquel extraño ser. Como un niño curioso frente a un bicho, trato de tocarlo, entonces aquel duende reacción como un ratón, se escabullo rápidamente.   Por favor no me tengas miedo, quiero ser tu amiga- le dijo la bella doncella. Tu eres un ser humano, yo un duende somos muy diferentes. No podemos ser amigos- protesto amargado el duende. Bueno, entonces al menos puedes decirme ¿cuál es tu nombre?- le increpó la muchacha.  

Mi nombre es impronunciable, morirías si lo escuchas. Azucena sin embargo, caminado como hipnotizada de iba acercando hacia el escondite de aquella personaje que empezó a obsesionarla. Basta, basta. Vete ahora mismo. No te acerques o te transformaré en rana- le gritó temeroso el duende. No hizo caso la joven y siguió avanzando, pareciera que sus pies caminaran por si solos. Aquella extraña sensación empezó a perturbar al aterrorizado duende. Prácticamente  durante toda aquella noche estuvo la doncella persiguiendo al duende como niños que juegan a las escondidas. Y así hasta que amaneció. La joven despertó tendida en el pasto y a la sombra de un frondoso árbol.


Señor, ya hemos pasado por aquí. Estas equivocado Rewteinger- contestó la voz del príncipe a su escudero. Pero Señor, solo estamos dando vueltas. Que no- le respondió. Era una pelea de niños, ninguno aceptaba las recomendaciones del otro. De pronto mientras discutían descubrieron un cuerpo tendido de una hermosa plebeya. Dormía profundamente. Su cuerpo desprendía olor a rosas, jazmines y azucenas. ¿Qué le habrá ocurrido? Se pregunto extrañado el heredero a la corona. Rewten, inmediatamente trae una patrulla y traslada a esta joven al castillo. Sí Señor, lo que ordene- respondió e inmediatamente cambio la dirección de su caballo aquel veterano escudero.

Al despertar se encontró rodeada de muchas mujeres que le recordaban a costureras, vestidas otras como sirvientas o personal de limpieza. Azucena no sabía dónde se encontraba, sin embargo de lo de ayer solo le había quedado un terrible malestar de cabeza; después era como un sueño que se había esfumado.

El príncipe fue a verla, luego de observarla que estaba en buenas condiciones le dio la orden a sus sirvientes que la vistieran y la llevase a la mesa para que se alimentase. Llegada la hora había hombres y mujeres vestidos con lujosos atuendos. Muchos eran condes, sultanes, hombres ricos y grandes comerciantes. Estaba un poco incomoda, ya que todos la estaban observando. Tuvo que simular para no caer en el ridículo de que no sabía usar la cantidad de cubiertos que habían colocado junto a su loza.

Los comensales estuvieron conversando con el príncipe y de vez en cuando giraban la cabeza para mirar a la invitada. Ella solo se resignaba a observar su plato de comida, que contenía un liquido rojizo que parecía ser sopa de carne.  

Terminada la cena, todos los comensales se despidieron y quedaron solamente el príncipe y la plebeya, que aún no había terminado su comida. El príncipe la estuve observando detenidamente por algún rato. ¿Cómo te llamas?- le pregunto, más la doncella no contesto. ¿De dónde vienes?- igual que la vez anterior solo silencio fue la respuesta. El príncipe le hizo un gesto que saco de sus casillas a la invitada, quedo como que hubiera recuperado la memoria y le contestó: Noble señor, busco a mi padre. ¿Sabría usted dónde está? Coloco su mano sobre su barbilla, nuevamente la observo y luego se fue.



Pasaron los días y era siempre la misma situación. Ella se había convertido sin quererlo en la invitada de honor del príncipe. Aunque era de poco hablar, el joven monarca; porque ya entonces había sido coronado, se la pasaba observándola. Y en ocasiones la dibujaba en un lienzo que luego escondía en un cuarto secreto.



¿Hasta cuando voy a estar así? Yo no soy su sirvienta, no le pertenezco- escucho finalmente el rey de aquella doncella que era entonces una mujer madura. Nunca me has querido decir tu nombre- le dijo precipitadamente el  rey. ¿Y para qué desea saberlo? ¿Qué ganaría con eso?- le refutó Azucena.

Luego de algunos días más el monarca ordenó a sus guardias que escoltaran a la plebeya fuera del castillo. Les dio la orden que la dejasen donde él, entonces príncipe, la había encontrado.

Azucena inmediatamente reconoció aquellos parajes y se adentro en la espesura del bosque en busca del duende. Después de todo, aquella criatura le había jugado una mala pasada y había permitido que el rey la tuviera en su poder.



Esta historia continuará cuando la  inspiración venga…




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