Las noches son largas. Así tanto como aquellos cabellos de color gris. Pero, era solo una loca coincidencia. Mencioné su nombre y tu semblante cambio. ¿Quién es ella?- me dijiste. Solo fue una loca ilusión tan solo eso. Tú no supiste de errores. Por eso aún siento aquella golpiza que me diste, aún tengo la marca de tus dedos en mis cachetes. Sé que tal vez te enojes o me digas que soy un idiota. Pero si lo soy… pero uno que se muere con cada minuto que no se encuentra a tu lado.
Eras solo una conocida de la vecindad. Aún recuero aquellos jeans que usabas. Te decían: “la potona.” Tenias unas tranzas larguísimas tanto como un velo de novia. Matilda- te llamaban aunque en realidad tu nombre es Jennifer. Todos los días pasabas por la entrada de mi casa y preguntabas por mí. Lástima que era siempre mi madre la que te recibía y terminabas con la misma frase: Discúlpeme señora, me confundí de dirección.
Esa noche, en la promoción, eras otra. Nunca te vi antes con ese vestido rojo. Eras una diosa, una seductora, era la reina del baile. Lo sé, porque ninguno de mis amigos dejaba de observarte y se les caía la baba con tan solo mirar tus delineadas curvas. Tal vez me tomes de grosero, pero lo admito: “Estabas para comerte mamacita rica”.
Yo era un chabacano, andaba de aquí para allá conquistando flacas bien chorchitas, que después de algunas semanas eran historia. Destrocé muchos corazones, destruí muchas ilusiones. Ahora siento lo que ellas sentían, no sé qué hiciste pero estoy pagando este mal, mientras mi cabeza me recuerda que aún sigo enamorado de ti.
Estas en Francia. Claudia me lo dijo ayer por teléfono. Lo lamento. Fui un pobre tonto que no supo valorar el tesoro que tenía en frente. Sin embargo desde esta amarga soledad te pigo que me concedas tu perdón. Yo soy ese que tanto te despreciaba y por quién tu locamente te desvelabas. Hace algunas semanas leí una de las cartas que hace cuatro años me escribiste. Y es que yo era un Don Juan Pobre Diablo, pero tú fuiste la que destrozó a ese miserable ser que me poseía.
Ahora lloró cada día que te recuerdo. Recuerdo tus ojos, azules como el mar. Recuerdo tu risa que lastima mi orgullo y hace vibrar este enamorado corazón. Te extraño Mi Jenny, así tan simplemente te llamaba. Que puedo decirte, ¿que más? Soy un mal poeta y un gran sinvergüenza, pero que te ama.
¡Vuelve pronto, que no esperarán más mis brazos de no sentir tu calor! ¡Vuelve y quiéreme como alguna vez lo hiciste!
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